Como era de esperar esta remotización forzosa (online only) de la enseñanza ha demostrado a muchos lo que tenía de valiosa (util etc) pero también sus debilidades
En los 25 años que llevo en la enseñanza siempre palpe entre el alumnado (y sus redes sociales offline) un cierto si pero ahora no con respecto a la enseñanza online (lo de remoto es otro término absurdo)
La prueba es que en algunas universidades se ofrece a los alumnos una plaza online cuando el cupo no da para ofrecerles una presencial. Desde luego que NO es una bonita forma de vender el entusiasmo por la enseñanza online
Las consecuencias de esta cata forzosa de la enseñanza online están por ver, es decir si los jóvenes alumnos (generación Z?) siglo XXI, mayoritariamente dirán aquello de estuvo bien mientras duró y volverán a las aulas o decidirán, en algún porcentaje mayor que el actual, que prefieren el menú de autoservicio que supone la enseñanza online (estudio a mi ritmo)
Sin embargo el factor más importante esta vez no se trata de como adaptar la enseñanza online para que se parezca lo más posible a la presencial (recrear la sensación es el termino exacto) sino de como vamos a cambiar las aulas tras un chorro masivo de enseñanza no presencial
Uno de los factores pos-Covid es el aforo, el número de estudiantes por clase. O sea, un caballo de batalla que históricamente no se ha resuelto nunca:
a menos alumnos más impacto del profesor y la casi segura viceversa (la curva de impacto disminuye conforme aumenta el numero de alumnos por aula)
Y no es que nadie lo haya intuido sino que los costes de menos alumnos son más altos (y viceversa) y por eso a pesar de ministros, leyes, directrices, recomendaciones etc esto ha cambiado NADA desde que yo inicie mi licenciatura (back to the 80s)
Ahora el dichoso Covid-19 nos da la oportunidad de imaginar como sin disparar (mucho) los costes por alumno, metamos a menos por clase y adaptemos las clases a nueva realidad donde se puede seguir personalmente la evolución de un alumno.....
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