Friday, November 15, 2019

Taylor Swift y la necesidad de reforma del mercado cultural


Las creaciones culturales a menudo son algo de dificil comercialización precisamente por que originalmente no son productos. De hecho la Industria cultural o del ocio nació cuando se pudo encapsular ideas en soportes, como por ejemplo grabar canciones en una placa de pizarra y más tarde vinilo  

Este reflexión ha estado dando vueltas en los debates sobre la Cultura, algo siempre complejo y dominado por la concepción política de cada época.  En el mercado de la música, que tal como lo conocemos data de los años 50 del siglo pasado, es donde más se han dejado sentir estas contradicciones entre los derechos morales, intelectuales y mercantiles sobre las obras 

Aquí tenéis un reciente y ciertamente mediático caso: Taylor Swift se encuentra ahora frente a la paradoja de NO poder interpretar sus propias canciones, concretamente las de sus 6 primeros discos grabados entre 2001 y 2017  y cuyos derechos pertenecen a Scooter Braun, el inversor que adquirió la discográfica Big Machine donde la artista estadounidense debutó hasta marcharse a Universal

El matiz de este aparente disparate es que los artistas a menudo venden los derechos de reproducción de sus canciones a la empresa que los produce, lo que significa que mientras sigan vinculados a esta NO hay problema, pero cuando se produce una ruptura, aflora este efecto perverso de artistas que legalmente no poseen su propio catalogo

No es importante aquí decidir si la Swift tiene razón o si la tiene el dueño de su catalogo, por que quizá esto es legal pero es radicalmente un disparate, ya que moralmente NO se puede disociar al creador de su obra..

No siendo un ingenuo propagador de la cultura gratis y el etcétera habitual, creo que ya es hora de reformar por completo la concepción del mercado cultural, dándole un tratamiento integral y prioritario al artista creador (otra cosa es que crea en el copyright) y poniendo limites a la propiedad que un tercero, ajeno por completo al proceso creativo, puede tener a cualquier forma de divulgación de la creación del artista

Internet hace 20 años (de Napster en adelante) hizo saltar por lo aires lo que hasta entonces habia sido una industria dominada por intermediarios sin más justificación que dosificar la demanda. Bueno pues en esta etapa de streaming donde (casi) todo esta y lo está a bajo coste , todavia seguimos con leyes que permiten desgajar el trabajo de un artista para incrementar el negocio...

Basta ya ¿no?

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